Zapatos: lo más bajo, que no lo más rastrero.
¿Teñirte el pelo de rubio platino con el consecuente encrespamiento al decolorar, qué importa si todos me van a mirar? ¿Ponerte una cazadora brillante que se detecte a cincuenta calles de distancia? ¿Comprarte un coche mastodonte para marcar escala social? Todo eso está muy bien pero, cuando obtengas el impacto deseado en el prójimo y éste baje la vista y vea la birria de zapatos que llevas puestos, todos tus esfuerzos por recibir admiración se van a ir a pique a la velocidad del rayo.
Porque créeme que con lo que vas a impactar es con lo más bajo que puedes llevar: tus zapatos.
Sí, estamos equivocados. Esfuérzate lo que te de la gana maquillándote, en peluquería, en relojes caros o corbatas de diseño. Si tus zapatos son decepcionantes, ninguna tirita de oro podrá tapar lo que hay debajo. A la mínima que rascas un poco (que bajas la vista un poco) se te va a descubrir el pastel (no precisamente un bombón de licor, más bien un flan chafado).
¿Has visto «Gru, mi villano favorito»? Te recuerdo a su «tierna» madre. Gru niño ya podía superarse, ya; sus logros iban en aumento pero no dejaban de venir de él, algo (alguien) que su madre detestaba. En la vida real pasa lo mismo, puedes impactar con tu elocuencia, con tus músculos o con tu «ese no sé qué», cuando la admiración baje la vista hasta lo más bajo de tu cuerpo y vea tus horribles zapatos la respuesta será: bah.
Caballo grande ande o no ande, en coche, en traje o en pendientes, lo que prefieras; todo lo pueden ensombrecer lo más bajo, los zapatos. Pon atención a tu calzado, sé elegante, y después culmina con todo el estilo que te apatezca o con ninguno, da igual porque el calzado se vale por sí solo para hacerte brillar como el sol del día de san Juan.
Y si además usas un perfume encantador, puedes obviar la ropa 😉
Yo soy Gema Vicedo y Ella es Gabriel.
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