A veces tenemos ideas que al cabo del tiempo nos parecen ridículas, «¿cómo pude haber pensado así?» O vemos ropa de hace diez años y nos preguntamos cómo fue posible haber llevado eso; y lo que es peor, ves que alguien lo empieza a llevar de nuevo y en dos años todo el mundo.
Y es que todo lo que sube, baja, esto es así, es una ley de la naturaleza. Aunque hay algunas situaciones que, por absurdas que sean, duran más de lo coherentemente concebible.
En la lista de modas estúpidas, la número uno, la irrebatible ganadora, la que se lleva la palma es… LA POLAINA
Las polainas son un tipo de CALZADO MASCULINO, zapatos cerrados cuya punta acaba en pico. Es decir, una punta muy fina y muy larga. Pero cuando te digo larga no me refiero a los zapatos que te estás imaginando, de botas camperas o de bruja. Piensa en los zapatos que llevan los duendes verdes, esas zapatillas con puntas muy largas que a veces se enroscan hacia arriba. Esas, justo esas, las llevaban los hombres presumidos; cuanto más vanidosos más larga era la punta, de cigüeña. Digamos que había competición por ver quién la llevaba más larga. Visualiza ahora un grupo de amigos de pelo largo con cuidadas melenas, trajes cortos mostrando sus esbeltas piernas cubiertas por llamativas medias de colores y calzando polainas. ¿Extravagantes? ¿Modernos? ¿Ridículos? De ridículos nada, eso lo piensas ahora. Ellos iban bien orgullosos luciendo su vestimenta. Con decirte que esta moda gustaba tanto que duró la friolera de más de tres siglos, nada menos, en toda Europa, y que tuvo las siguientes consecuencias:
– Las puntas de las polainas se hicieron tan largas que no se podían mantener erguidas, por lo que se llegaron a sujetar con una cadenita atada a las rodillas.
– El rey de Francia Felipe IV tuvo que intervenir para limitar por decreto su exagerada longitud y lo resolvió por rangos: cuanto más nivel social ostentabas, más larga la podías tener: para los príncipes, dos pies y medio (1 pie equivale a 30,5 cm); para la nobleza, dos pies; uno y medio para los caballeros; uno para la burguesía adinerada y para el resto medio pie como máximo.
– El rey de Inglaterra Eduardo III hizo otro tanto; prohibió a cualquiera que no fuera lord a llevar zapatos o botas con punta mayor que cinco centímetros.
– En la batalla de Sempach, 1.386, los austríacos perdieron contra los suizos por culpa de sus polainas. Imagínate si se extendió esta excéntrica moda zapatera que incluso se fabricaron polainas en metal para los soldados. Al bajar de sus caballos para la pelea de cuerpo a cuerpo las puntas les entorpecían tanto los movimientos que optaron por cortárselas con sus espadas, siendo así derrotados. Sus preciosas polainas, prácticas desde luego no lo eran en absoluto.
Y en el siglo XVI, la polaina desapareció con la misma rapidez con la que surgió y se elevó, siendo sustituida por el zapato de pico de pato. Como siempre, pasamos de un extremo al otro opuesto.
Hasta aquí la curiosa historia de las polainas. Gracias a Pilar Cintora y su magnífico libro «Historia del calzado».
Deseo te haya resultado llamativa y entretenida esta ocurrencia humana. Los paseos por la historia siempre son muy enriquecedores.
Yo soy Gema Vicedo y Ella es Gabriel.
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