Tacones cosas horribles que te pueden pasar

Tacones: cosas horribles que te pueden pasar

Tacones cosas horribles que te pueden pasar
16 cosas horribles que te pueden pasar por usar tacones.

Tacones: un arma de doble filo

Los tacones son admirables y las personas que los usan, más. (¿Verdad que somos auténticas, amiguetes?). Y si de lejos te crees que usar tacones está chupado, te voy a decir unas cuantas cosas horribles que puedes sufrir por usarlos; porque no es oro todo lo que reluce. En algunas te vas a sentir identificada, seguro 😉

Vamos allá (el orden no va por importancia ni probabilidad):

16 cosas horribles que te pueden pasar por usar tacones:

1. Cuando usas tacones la superficie real de apoyo es apenas un tercio del pie, el de la parte de delante. Adoquines, una baldosa de la acera suelta, un minúsculo bache o una mísera piedra en el camino pueden hacer que tu destino más próximo sea un desequilibrio que: a. puedas rápidamente (no sin hacer el ridículo) reponerte y seguir caminando como si nada hubiera pasado (y rogando para que nadie te haya visto); o b. aterrizar en el suelo con el consiguiente dolor de rodillas, de tobillo quizás, de mano al apoyarte, de ensuciamiento según el estado del suelo… Pero nada de eso tiene importancia excepto el temido ridículo. Y como alguien venga a levantarte y a preguntarte si te has hecho daño, tú lo negarás rotundamente sonriendo, aunque se te estén saliendo las lágrimas del dolor y te vayas rápidamente cojeando. «Gracias, jeje, gracias, estoy bien». (Y un cuerno).

2. Vas caminando segura y tranquila por un interior y el suelo es resbaladizo y te patina el tacón. Una leve inestabilidad que nadie nota (nada como el autoengaño) y que te hace ir alerta porque va a pasar más.

3. Apenas superas el metro y medio de estatura y se te ocurre ir a recoger un día a tus hijos al colegio en deportivas. Te das cuenta de que todo el mundo es gigante menos tú. O te cuelas para ponerte delante para poder ver a los niños y ser vista por ellos, o la marabunta humana te va a aplastar sin que lo noten siquiera.

4. Vuelves a casa con los tacones y decides ir a fregar los platos antes de ponerte las zapatillas de cuadros o las chanclas si es verano (ya ves, ocurrencias absurdas que tiene una). Tienes calculada la altura de los armarios superiores de tu cocina para tu altura real pero olvidas que ahora mides 10 cm más y ¡pam! Te pegas un coco en toda la calvorota (uno como mínimo).

5. Césped. No hay enemigo peor. Los tacones se clavan a cada paso y tus pies de repente tienen un ángulo imposible con los dedos apuntando al cielo. El glamour se va a pique cuando más lo necesitas, porque esto normalmente pasa en bodas o acontecimientos que quieren hacer una gracia a los invitados.

6. Vas caminando tranquilamente por la calle y te encuentras con una zona en obras. Para «facilitar» el paso a los peatones colocan unas pasarelas metálicas con orificios redondos por los que cabe perfectamente un tacón. Empieza el juego: gana el que pase sin que se le clave un tacón por un agujero. Cuando consigues terminar hasta sientes que te ha tocado un premio. O lo peor, lugares con suelo metálico de cuadraditos o rombos de por vida, suelos de diseño. Ja ja, diseñados para qué, me pregunto yo, si hasta cuando llueve son un coladero para quien pase por debajo.

7. Hablando de que se te clave el tacón, las rejillas de alcantarilla son otro punto negro. Hay que huir de ellas como del chocolate blanco.

8. Estás subiendo una escalera y calculas mal, y en lugar de apoyar el pie del todo en la huella del peldaño, el tacón se te queda fuera y cuando subes se te inclina el pie hasta que el tacón tropieza con la contrahuella. Desequilibrio total. Si te das cuenta una décima de segundo antes, te impulsas para subir sin apoyar el tacón; te lo podrías partir. Y si se trata de una de esas escaleras que no tienen contrahuella, mira, no quiero ni pensarlo. Moraleja: cógete siempre a la barandilla, nunca se sabe lo que puede pasar.

9. Que se te rompa un tacón. Es bastante poco probable pero puede pasar. Adiós, tacón. Lo primero, cogerlo del suelo y guardártelo para que te lo reponga el zapatero. Lo segundo, huir cojeando a un lugar donde te vea el menor número de gente posible. Lo tercero, sustituir el calzado como sea, es imposible caminar así, imposible. Según la situación, ya improvisarás algo.

10. Bajas la escalera de tu casa con tus tacones y unos vaqueros anchos con el bajo doblado hacia fuera. La bolsa de basura (pesada, a reventar) en la mano y sin cogerte a la barandilla. Bajas el primer peldaño y cuando vas a por el segundo el tacón se te mete dentro del dobladillo de la otra pierna. Tu cuerpo lleva la inercia de inclinarse hacia delante, y al pisar lo que haces es estirar la pernera del pantalón hacia abajo, pero el pie no puede apoyarse porque está enganchado. Y allá vas, tu cuerpo traza una parábola perfecta en el aire sin tocar un peldaño más y aterrizas en el rellano. Te quedas ahí, tal cual las típicas siluetas que dibujan los policías del muerto en el suelo. La bolsa de basura también.

12. Tienes una comunión y estrenas tacones (error fatal). Las tapas que vienen de fábrica suelen ser malas, no sé por qué. Se te suelta una tapa, o las dos, y te pasas todo el día caminando con los clavos.

13. Por el uso se te van ensanchando las tiras de las sandalias y cada vez tienes los dedos más afuera. Hasta que llega el punto que tocan el suelo (si las sandalias no tienen plataforma) o caminas como si fueras un águila (si sí que la tienen). Y lo que es peor y doloroso, incluso te llegas a pisar tú misma la yema de los dedos de los pies. Horrible.

14. Vas caminando con tus salones que te vienen un poco sueltos y se te salen por el talón, como si de chanclas se tratara. Desequilibrio absoluto; tienes que parar para volver a meterte el zapato. A partir de ahí vas caminando apretando los dedos a cada paso y con el pie plano para evitar hacer juego en el talón. Un caminar extraño.

15. Que no sepas caminar con tacones y el resultado sea todo lo contrario al esperado: en lugar de convertirte en una mujer poderosa y glamurosa, te conviertes en un espanto andante. Mucho cuidado con esto, aprende a caminar con tacones.

16. Pisas a alguien con el tacón; se lo clavas, literalmente. Aquí lo horrible le pasa a la víctima, no a ti. Bueno… depende de la reacción, jaja.

Todo esto aparte del dolor que te pueden producir y que hay maneras de aliviarlos.

 

Hasta aqui experiencias propias que me he pasado por los pies; y ahora es tu turno, dime qué cosas horribles te han pasado a ti y nos reímos un rato 😀

Yo soy Gema Vicedo y Ella es Gabriel.

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